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El triángulo de oro: crónicas de un sueño político frustrado en Quintana Roo

* Humberto Aldana, Mildred Ávila y Elda Xix, con todo el respeto que se merecen, parecen más un lastre que un impulso para figuras como Anahí González o Eugenio Segura

Por Joaquín Quiroz

En el agitado tablero político de Quintana Roo, se teje una crónica más, digna de novela de García Márquez, si este se hubiese dedicado a narrar las idas y venidas de la política mexicana. 

Aquí tenemos a Carlos Joaquín González, también conocido en los círculos políticos, y ahora en los literarios como Chespirito, no por su habilidad para hacer reír, sino quizá por los enredos dignos de un episodio de “El Chavo del 8” en los que parece encontrarse perpetuamente.

La trama de hoy gira en torno al esquivo sueño de Chespirito: el dominio del famoso triángulo de oro, ese conjunto mítico conformado por Solidaridad, Tulum y Cozumel. Un objetivo que, como el dorado balón en un partido de quidditch, parece volar caprichosamente fuera de su alcance cada vez que está a punto de atraparlo.

En un giro irónico del destino, cada movimiento que ha hecho con la intención de consolidar su poderío ha terminado por alejarlo más de su meta. Como si los dioses del Olimpo político se divirtieran en frustrar sus planes: cuando apostó por la reelección de su candidata en Solidaridad, la diosa Fortuna giró la cabeza; cuando su alfil en Tulum buscó perpetuarse, la victoria se esfumó como arena entre los dedos, y ni hablemos de Cozumel, donde el sobrino preferido pareció olvidar que, en la política, como en el amor, no todo es para siempre.

Ahora, desde su exilio en la lejana Otawa –que bien podría ser el Olimpo para nuestros propósitos narrativos–, Chespirito lanza nuevamente los dados, apostando por un trío de candidatos que, para ser honestos, parecen más bien una apuesta a la desesperada. 

En Cozumel, su sobrino Pedro Joaquín, al que parece perseguir una nube estilo Joe Btfsplk, se presenta de nuevo, esta vez acompañado de Perlita Tun, formando una dupla que podría ser protagonista de una comedia de enredos, más que de una campaña política exitosa.

En Solidaridad, la apuesta es por Estefanía Mercado, bajo la tutela de Chespirito y su descendencia, en un intento por asegurar que el mítico triángulo tenga al menos uno de sus vértices bien cimentado. Y en Tulum, la esperanza recae en Jorge Portilla, cuya ineptitud previamente probada parece ser un desafío a la lógica misma.

Pero así es Chespirito, eternamente optimista o, quizá, simplemente terco; decidido a jugar sus cartas en un juego donde las reglas cambian constantemente y el premio siempre parece estar un poco más allá del horizonte. 

Nos queda observar, entre divertidos y perplejos, cómo se desarrolla esta nueva temporada de la serie política más surrealista de Quintana Roo. Porque al final, como bien sabía el otro Chespirito, “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Pero en política, parece ser el pan de cada día. Y, mientras tanto, los espectadores no podemos más que esperar el próximo capítulo, secretamente deseando que, por una vez, el guion nos sorprenda con un final feliz.

El desfile de equivocaciones de la 4T con la triada impresentable: Aldana, Ávila y Xix

Cuando se trata de política, la línea entre la estrategia y el desatino es más delgada de lo que parece, y la 4T está demostrando ser una verdadera funambulista en este aspecto. En su última proeza, la coalición nos ha regalado una tríada de candidatos a las diputaciones federales que más parecen sacados de una rifa desafortunada que de un proceso de selección riguroso. 

Humberto Aldana, Mildred Ávila y Elda Xis, con todo el respeto que se merecen, parecen más un lastre que un impulso para figuras como Anahí González o Eugenio Segura, cuyas campañas podrían verse perjudicadas por asociarse con estos exponentes de la política silvestre.

La sobreconfianza en la marca Morena está jugando a ser el talón de Aquiles de la coalición. Pareciera que han olvidado un detalle crucial: ni López Obrador ni Mara Lezama aparecerán en las boletas esta vez. 

Este olvido no sólo es peligroso, sino que demuestra una falta de perspectiva alarmante. El confiar ciegamente en el poder de la marca sin considerar la calidad y el carisma de los candidatos es, en el mejor de los casos, un acto de fe desmedido, y en el peor, un suicidio político.

Y no es que la 4T carezca de figuras competentes o cuadros capaces; el problema es que parecen estar empeñados en hacer todo lo contrario a lo que el sentido común sugiere. 

Enviar a la batalla a personajes cuyo pasado está marcado por la incompetencia o la ilegalidad es, cuanto menos, una estrategia cuestionable. Esta necedad por apostar por los mismos caballos perdedores no sólo es un insulto a la inteligencia del electorado, también pone en riesgo la continuidad del proyecto que dicen defender.

En este escenario, lo que la 4T necesita es menos de esa confianza ciega y más de un retorno a la mesa de dibujo. La operación cicatriz es urgente y vital. No se trata sólo de reunir a los descontentos o sanar las heridas internas; es momento de repensar la estrategia desde sus cimientos. ¿De qué sirve tener el control si lo que se ofrece al electorado son opciones que restan en lugar de sumar?

Este desfile de decisiones cuestionables no es más que el reflejo de una coalición que, embriagada por sus éxitos pasados, ha perdido de vista lo que realmente importa: el compromiso con la ciudadanía y la responsabilidad de enviar a sus mejores representantes a la contienda. 

La 4T tiene mucho por hacer si no quiere que su legado sea recordado como una serie de equivocaciones evitables. La política, después de todo, no es un juego de azar, sino un arte que requiere de precisión, tacto y, sobre todo, de una visión clara de hacia dónde se quiere llevar a la entidad, pero con una triada de impresentables como Humberto Aldana, Mildred Ávila y Elda Xix se torna difícil.

Curva peligrosa…

En el teatro quijotesco de la política quintanarroense, surge la figura de José Luis Pech, conocido en los corrillos del poder como el “comesolo”, quien, en un giro dramático digno de una telenovela mexicana, busca renacer de sus cenizas políticas tras dos derrotas en su intento de gobernar la tierra del caribe mexicano.

Tras cabalgar sobre la ola de López Obrador y obtener un asiento en el Senado, ahora se ve que este peculiar personaje se ha concedido, con la misma gracia con que uno se sirve una rebanada de pastel, una candidatura plurinominal para diputado local. Como garrapata que no suelta la piel que le nutre, el autodenominado líder naranja prepara su equipaje para la XVIII legislatura, con la esperanza de, según sus críticos, “vegetar” en el Congreso del Estado, lugar donde presumiblemente seguirá su tradición de poco o nulo aporte, según reza el evangelio según sus detractores.

Y claro, va encabezando la lista de plurinominales, en una maniobra tan previsible como un capítulo de “El Chavo del Ocho” donde, oh sorpresa, el Chavo termina en el barril. Así es como nuestro personaje, más astuto que un zorro en un gallinero, se aferra a las mieles del poder, mostrando que si algo le sobra es la astucia para seguir jugando en la liga mayor de los que viven al abrigo del sistema. 

José Luis Pech, fiel a su estilo, parece haber encontrado el camino para perpetuarse en el escenario político, haciendo de la política no solo un arte sino un banquete del que parece no querer levantarse. Y mientras tanto, los ciudadanos espectadores se preguntan si el final de esta comedia política tendrá algún giro inesperado o si la trama seguirá tan predecible como hasta ahora.

Y recuerden… esto es sólo para Informad@s, si ustedes no estuvieran ahí leyendo yo no estaría aquí escribiendo, y si ser Malix el Huso Horario, el Whatsapp, el Facebook, X, la CFE, López, el Covid19, los troles y envidiosos nos lo permiten nos leemos pronto, Dios mediante, pero que sea XLaLibre,

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