*Mientras Mara Lezama entrega bombas de achique y organiza cuadrillas que trabajan a contrarreloj, Rojas reparte culpas como si fueran panecillos: “el gobierno debió prever la lluvia”
Por Joaquín Quiroz Cervantes
Mientras la cuarta transformación impulsa una visión humanista y social del turismo, enfocada en redistribuir la riqueza, fortalecer el tejido local y hacer del sureste mexicano un modelo de desarrollo con justicia social, hay actores que simplemente no están a la altura.
Uno de ellos —y que ya resulta insostenible— es David Ortiz Mena, el pseudolíder hotelero de Tulum que sigue vendiendo espejitos mientras el destino se desmorona a pedazos.
Los números no mienten: del 1 al 23 de junio de 2025, Tulum registró una ocupación hotelera promedio del 41.8 por ciento. En zonas críticas como el Parque Nacional apenas se alcanzó el 30.3 por ciento, en el centro de Tulum un lamentable 34.7 por ciento, y en Tankah, un decepcionante 42.3 por ciento. Solo los resorts todo incluido en Akumal y Chemuyil logran cifras aceptables de 72.8 por ciento, y eso sin intervención ni estrategia alguna de Ortiz Mena.
La pregunta es directa: ¿Dónde está el liderazgo gremial cuando más se necesita? ¿Dónde está la articulación del “líder gremial” con las políticas públicas del gobierno del estado, que encabeza Mara Lezama, quien ha sido clara al poner al pueblo en el centro de las decisiones? Ortiz Mena sigue operando como si Tulum fuera su finca privada, sin entender que el turismo no puede estar desconectado del desarrollo social, la justicia territorial y la sostenibilidad real.
No hay que olvidar que a las ferias turísticas el pseudolíder hotelero solo va a promover sus hoteles, sin aportar nada real al resto de los centros de hospedaje de la localidad. Siempre viendo por él y por sus intereses, no por el gremio en su conjunto. Mucho le aprendió a su gurú y padrino Carlos Joaquín, igual de miserable y comesolo.
Tulum no necesita un club de empresarios cerrando filas entre ellos. Necesita representaciones comprometidas, serias y alineadas con los objetivos de un gobierno que busca que nadie se quede afuera, nadie se quede atrás. Ortiz Mena no solo ha sido incapaz de generar estrategias ante la caída de la ocupación, sino que su visión elitista y fuera de época ha convertido al destino en un parque temático de contradicciones: predica lo sustentable mientras permite la depredación, habla de lujo mientras ignora el rezago social, y presume ocupación con cifras maquilladas.
Y el problema no es solo su omisión, es su desconexión total con la realidad. En lugar de construir puentes con el gobierno estatal y sumarse al proyecto de transformación encabezado por la gobernadora, sigue operando en solitario, con ocurrencias, sin rumbo y sin resultados.
Hoy los turistas buscan certeza, seguridad, servicios y coherencia. Tulum no está ofreciendo nada de eso. Y el gremio hotelero —que debería ser parte de la solución— está secuestrado por un liderazgo tibio, ególatra e ineficaz que solo se representa a sí mismo. Mientras tanto, otros destinos del Caribe mexicano crecen con rumbo, con coordinación y con un modelo de desarrollo más incluyente.
Tulum está cayendo, y el responsable tiene nombre y apellido: David Ortiz Mena. Lo preocupante no es solo su fracaso, sino la pasividad con la que muchos actores lo permiten. Porque si el turismo es el motor económico de la región, entonces no podemos darnos el lujo de seguir en piloto automático… ni con copilotos dormidos.
Y según lo que comentan Heraldos de Xlalibre, hoy Ortiz Mena se alía con Jorge Portilla de Movimiento Ciudadano, ambos creyéndose grandes empresarios, políticos y hoteleros.
Sienten que Tulum les queda chico, mientras el destino y el trabajo de la iniciativa privada brillan por su ausencia. Estos están más entretenidos en criticar lo que hace el gobierno, y apurados porque se rehagan fideicomisos para seguir mamando de ahí, como lo hacen hoy de los hoteleros agremiados.
Así de mal andan las cosas en el noveno municipio: un liderazgo inventado, atrapado entre sueños guajiros de poder y una ignorancia supina sobre la hotelería. Se fue Torruco, pero llegó David Ortiz, y el retroceso no se detiene.
Cuando el agua cae, se revelan las basuras…
En Quintana Roo llueve —y no sólo agua—, se precipitan también las verdades que muchos quisieran ocultar bajo el paraguas del populismo barato. Mientras la gobernadora Mara Lezama, con botas enlodadas, actuando en territorio y resolviendo con libreta en mano, recorre Chetumal y los poblados de la zona sur para evaluar los daños tras dos fenómenos hidrometeorológicos consecutivos, la fauna oportunista del cabildo naranja de Chetumal se sacude el polvo de la derrota electoral y vuelve a las andadas.
Mara Lezama llega, supervisa, instruye y exige. Coordinación con la Conagua, las fuerzas armadas, la guardia nacional y protección civial federal despliegue de Protección Civil, retroexcavadoras destapando alcantarillas y brigadas levantando cacharros que jamás debieron tirarse en la calle.
Porque sí, el agua no trae la basura; la basura la echan los cochinos. Y aun así, ahí está el gobierno del estado sumando fuerzas con la federación y el municipio para limpiar lo que la desidia ciudadana convierte en lagunas suburbanas, de quienes tiran basura y escombros a las calles.
Justo cuando el personal de Servicios Públicos desazolva registros y el sistema estatal de salud despliega médicos en las colonias anegadas, aparece la regidora de Movimiento Ciudadano, Lidia Esther Rojas Fabro, candidata eterna, voluntad efímera. Con su séquito de “compañeritos” del cabildo carga tres cajas de galletas Marías, dos bolsas de arroz y un paquete de papel sanitario, posa para la cámara y proclama su solidaridad.
¡Bravo!, le aplauden sus cuentas falsas en redes. El pueblo, en cambio, recuerda que apenas hace un año la expulsó de las urnas y ahora la ve mendigar atención encaramada en la desgracia ajena. Eso no es ayuda; es porno de la caridad: exhibicionismo que lucra con la necesidad para rascar votos en 2027.
Mientras Mara Lezama entrega bombas de achique y organiza cuadrillas que trabajan a contrarreloj, Rojas reparte culpas como si fueran panecillos: “el gobierno debió prever la lluvia”, dice entre suspiros, obviando que vivimos en una península tropical y que, sin la basura que los suyos nunca levantan de banquetas y predios baldíos, el agua correría libre al mar.
Pero claro, reconocer eso implicaría asumir responsabilidad y, peor aún, sumar esfuerzo al proyecto estatal. Para la regidora naranja resulta más cómodo victimizarse y acusar: el manual clásico del populismo que hoy viste de naranjita chillón.
Que no se equivoquen quienes sueñan con revivir ambiciones muertas: la gente de Chetumal distingue entre el gobernar con resultados y el figurar con selfies. Las inundaciones se drenan con maquinaria y planeación meticulosa, no con “likes” y papel sanitario de utilería.
Mara Lezama: botas puestas, plan de contingencia y coordinación institucional.
Lidia Rojas: atuendo impecable, sonrisita impostada y armado de despensitas de burla disfrazada de “heroísmo”.
Una contrasta con hechos, la otra con hashtags; una enaltece la labor pública, la otra representa el reality show del oportunismo político.
Al final, la lluvia amaina, los escurrimientos cesan, y Chetumal agradece la mano firme de un gobierno que actúa. Lo otro —las cajas vacías, la foto vibrante, la indignación de utilería— termina en la misma bolsa de basura donde deberían ir las promesas huecas.
Y cuando vuelva a llover —porque lloverá— sabremos quién trae pala y quién trae palo de selfie. Que cada cual cargue con su vergüenza… o con su orgullo de servir.
Curva peligrosa…
La llegada del gas natural a Quintana Roo —específicamente a Cancún, Playa del Carmen y Puerto Morelos— marca un antes y un después en la historia energética del estado. No se trata sólo de una nueva fuente de combustible, sino de una apuesta estratégica por la modernización, la competitividad y el desarrollo sustentable.
Con esta infraestructura, no solo se reducirán los costos para miles de hogares y negocios, sino que se detonarán empleos directos e indirectos en construcción, mantenimiento y operación. Además, se disminuyen las emisiones contaminantes frente a otros combustibles fósiles, lo cual es vital en un destino turístico que presume de paraísos naturales.
El gas natural no solo llega por una cuestión de eficiencia energética, sino como símbolo de progreso. Una herramienta más para fortalecer al Caribe Mexicano como motor económico nacional, ahora con energía limpia, segura y al alcance de todos.
Y recuerden… esto es sólo para informad@s, si ustedes no estuvieran ahí leyendo yo no estaría aquí escribiendo, y si ser Malix el Huso Horario, el Whatsapp, el Facebook, X, la CFE, López, el Covid19, los troles y envidiosos nos lo permiten, nos leemos pronto, Dios mediante, pero que sea XLaLibre.
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