Por Joaquín Quiroz
Sigue avanzando el tic tac del reloj político, marcando el pulso entre los festejos patrios y la tanda de informes municipales. Sin embargo, esta semana la política de Quintana Roo se detuvo por un instante para rendir homenaje al hombre que inauguró el capítulo constitucional de la entidad: Jesús Martínez Ross, primer gobernador electo en 1975, cuyo fallecimiento marcó no solo un momento de duelo, sino también de profunda carga simbólica.
El lunes por la mañana, apenas horas después de conocerse la noticia de su deceso, los restos de Martínez Ross llegaron al Palacio Legislativo para ser despedidos con honores.
Ahí, encabezando la guardia, estuvo la gobernadora Mara Lezama, primera mujer en ocupar el máximo cargo del estado. La escena resultó contundente: el inicio y el presente de la historia política de Quintana Roo se encontraron frente al féretro que guardaba a quien sembró las bases de la clase política local.
El protocolo fue más que un acto solemne; fue una postal política de largo alcance. Al pie del ataúd, acompañaron a la mandataria los actuales titulares de los poderes del estado: Renán Sánchez Tajonar por el Legislativo y Heyden Cevada Rivas por el Judicial. Junto a ellos, los exgobernadores Félix González Canto y Joaquín Hendricks Díaz, figuras que representan distintas etapas de la política local. Y sumándose, el senador Eugenio Segura Vázquez, marista y pieza clave en el ajedrez político venidero.
En una sola imagen convivieron el que fue, la que es, los que fueron y el que será. El pasado fundacional de Martínez Ross, la consolidación presente de Mara Lezama, la memoria viva de dos exmandatarios y la proyección de un relevo generacional con Segura.
La política, siempre hábil en sus metáforas visuales, mostró cómo el tiempo se pliega en símbolos que hablan más que mil discursos.
El homenaje no fue solo un gesto de respeto, sino un recordatorio de que Quintana Roo es una entidad joven, aún marcada por los nombres que la edificaron. Al despedir a su primer gobernador, también se actualizó la narrativa del relevo histórico: del pionero al presente, del presente al futuro.
Mara Lezama, con el respaldo de quienes representan la continuidad institucional, proyectó un mensaje claro: la transformación que encabeza se asume heredera de la historia y dueña del rumbo por venir. Y en esa guardia de honor, más allá del luto, se leyó también la hoja de ruta de la política quintanarroense en los próximos años.
¿El retorno de Abuxapqui?
En los pasillos solemnes del Congreso del Estado, el eco del adiós a Jesús Martínez Ross —primer gobernador constitucional de Quintana Roo— retumbó no sólo como homenaje a un forjador de la política local, sino también como escenario de reencuentros, de rostros curtidos por la vida pública.
Ahí, conmovido y cabizbajo, se encontraba Eduardo Espinosa Abuxapqui, despidiendo no solo a su maestro, sino a su gran amigo, a ese referente que lo acompañó en el tránsito de la política de cepa a la de territorio.
Martínez Ross no fue únicamente el primer gobernador; fue el arquitecto de una clase política que hoy, con sus claroscuros, sigue marcando a la entidad.
Su legado formó a hombres y mujeres de diversas corrientes, y entre sus más cercanos estuvo Abuxapqui, quien supo aprender la lección de estar cerca de la gente, de entender que gobernar y hacer política era mucho más que ocupar un cargo: era tender puentes con la sociedad.
En la despedida del creador de la historia moderna de Quintana Roo, se miró a un Abuxapqui sereno, con ese peso simbólico de quien ha sabido recorrer el camino de la política desde la cercanía con el pueblo, con esa herencia de Martínez Ross que hoy adquiere más vigencia que nunca en la 4T.
Eduardo Espinosa Abuxapqui —popular y entrañable para su gente— forjó su carrera a ras de suelo. Supo caminar Chetumal y los rincones de Othón P. Blanco con una visión más cercana al pueblo que a los protocolos rígidos del viejo PRI.
Fue secretario de Gobierno, dos veces presidente municipal, líder del Congreso del Estado, diputado federal y siempre un referente de peso en la capital del estado.
Muchos lo recuerdan como aquel candidato que no necesitaba mayor artilugio que su propia cercanía con la gente. Su carisma nato lo llevó a estar, en su momento, en la antesala de la gubernatura.
Pero en la historia reciente también hay pasajes oscuros. Fue víctima del “Chespirato” del encono del exgobernador Carlos Joaquín González, quien, con las venganzas como brújula, convirtió a Abuxapqui en blanco de persecución política y penal.
No por enfrentamientos directos, sino porque veía enemigos hasta en los molinos de viento.
La historia juzgó: Carlos Joaquín hoy vegeta en Canadá, como un embajador de papel, repudiado incluso por los suyos; mientras que Abuxapqui camina de nuevo entre su gente, en su tierra, reivindicado en la memoria colectiva.
El PRI, que tanto representó y que tanto se encargaron de destrozar personajes como Candelaria Ayuso, le dio la espalda. Pero a la política se regresa desde el territorio, no desde los membretes. Y en la capital del estado —donde la 4T busca perfiles auténticos, con arraigo y respaldo popular— la figura de Abuxapqui vuelve a tomar fuerza.
Hoy, en tiempos donde el hambre de liderazgos se cruza con la necesidad de pan político, ahí está firme Eduardo Espinosa Abuxapqui: político probado, popular, de sapiencia y experiencia, con la marca de haber sido discípulo de Martínez Ross, y con la bendición de una historia que lo legitima.
Las encuestas dirán, los tiempos confirmarán, pero los Heraldos de Xlalibre aseguran que en las altas esferas del marismo su nombre no cae mal. El retorno de Abuxapqui puede no ser un rumor ni una añoranza, sino una posibilidad real. Y como dicta la vieja política, todo es cuestión de tiempo.
Curva peligrosa…
El avance en la infraestructura para la llegada del gas natural a Cancún, Playa del Carmen y Puerto Morelos representa un parteaguas en el desarrollo económico y social de la zona norte de Quintana Roo. No se trata únicamente de un proyecto energético, sino de un motor que detonará competitividad, atracción de inversiones y mejoras en la calidad de vida de la población.
Por un lado, garantizar el suministro de gas natural permitirá reducir los costos de operación de la industria turística, hotelera y de servicios, al mismo tiempo que generará condiciones más atractivas para la instalación de nuevas empresas. Además, se promueve una transición hacia energías más limpias en comparación con los combustibles tradicionales, lo cual es clave para un destino que debe cuidar su imagen y entorno ambiental.
Por otro, esta infraestructura significa seguridad energética, estabilidad en el abasto y la posibilidad de diversificar la matriz energética local. Es también una apuesta al futuro: dotar a Cancún, Playa del Carmen y Puerto Morelos de gas natural fortalece su capacidad de crecimiento ordenado y sostenible, respondiendo a la demanda de una región en constante expansión.