spot_img
HomeColumna X La LibreJulián Ricalde: el actor secundario del fracaso político

Julián Ricalde: el actor secundario del fracaso político

*Un año del tsunami guinda y los “opositontos” sin argumentos en renovación del Poder Judicial

Por Joaquín Quiroz Cervantes

De total pena ajena, el isleño-cancunense Julián Ricalde Magaña: el otrora exdiputado local, exedil de Cancún y eterno perdedor de elecciones.

Sí, el mismísimo “joaquinista” que, tras naufragar dos veces en las urnas —primero al contender como edil de Benito Juárez y luego como candidato al Senado— se encuentra hoy deambulando en el desempleo político, más hueco de ideas que un parlante sin sonido.

Ricalde, quien en sus días de gloria buscó emular la estrategia de Roberto Borge sin igualarlo en talento, ahora solo da pena ajena al dedicar sus días (o lo que queda de ellos) a insultar en redes a su propia sobrina, Atenea Gómez, y a contrapuntear su labor con la del gobierno del Estado, supuestamente para “ayudarla”, cuando en realidad la deja mal políticamente.

Porque ahí está la gran ironía: el tío Julián, con lo que le resta de dignidad, debería permanecer callado y en el más absoluto retiro, enterrado en el olvido político que él mismo cavó con sus derrotas. Pero no: prefiere exhibir su verborrea baratera en Twitter, Facebook o donde encuentre oportunidad, arremetiendo contra la esforzada labor de su sobrina, quien (para colmo de males familiares) decidió saltar al barco de la Cuarta Transformación.

Atenea, la panista joaquinista que ya cargaba con el estigma de “oportunista” ante más de un morenista receloso, ahora se enfrenta a las críticas de su propio familiar, quien no entiende un ápice de gestión pública, de comunicación gubernamental ni de nada que no sea la chirriante memoria de su nefasto pasado. Y decimos “nefasto” porque nadie olvida que Julián Ricalde, quien tanto criticó a Roberto Borge, terminó siendo él mismo quien le arrebató bienes; eso lo coloca en un lugar que no es para nada un modelo a seguir.

Julián Ricalde, poseedor —cuando menos, según “Heraldos” de Xlalibre— de 200 carritos de golf de concesión dudosa, ¿o por qué esa obsesión con la Marina Bartolomé y el barco Comodoro, que se rumorea obtuvo sin mayor esfuerzo, sacados de las arcas de escándalos pasados? ¿Habrá sido también “por las tajadas” que le entregara Jaime Hernández Zaragoza, otro de los pioneros en protagonizar videoescándalos de corrupción en Benito Juárez?

Es evidente que el tío Julián no puede desprenderse de su conciencia manchada, empeñado en recordar cada acto de saqueo y autoenroque de propiedades que lo mantienen a flote en la coquetería política de quinta —esa misma que hoy pretende impartir en sus misivas matutinas de Facebook y Twitter. Con todo este pasado, se siente con la capacidad de cuestionar formas de comunicación, cuando existe plena memoria de quién es realmente este personaje que se cree impoluto y patriarca de los Ricalde.

Así que, mientras la gobernadora Mara Lezama entregaba este lunes un C2 a la isla (una obra que, por cierto, vino a subsanar años de rezago en seguridad ciudadana), Ricalde se las ingenió para tuitear, en el ocaso de su (mal) llamada carrera, que las cuentas oficiales del gobierno estatal no etiquetaron a su sobrina Atenea.

La comparación con el modo de comunicar del gobierno de Beto Borge, lanzada como burla torpe, revela su amnesia selectiva: Ricalde no tiene derecho moral a abrir la boca para reclamar nada, cuando, en sus años mozos, practicaba la misma coherencia informativa que un bot de propaganda: publicar titulares ajustados a conveniencia propia, tapar filtraciones incómodas y, en general, disfrazar la realidad política para beneficio de sus amigos.

¿No es acaso vergonzoso que este personaje juzgue a un gobierno que, en apenas un año, convirtió todo Quintana Roo al color guinda, elevó los índices de inversión social y dejó atrás los malos recuerdos de la administración joaquinista de la que él fue parte, mientras él aún sueña con los vestigios de aquella época?

Su post aparece como el grito de un político fracasado que se aferra a la indignación crónica, incapaz de concebir que el mundo giró y que el marcaje político no se hace a fuerza de memes malintencionados ni de comparaciones estúpidas con proyectos moribundos. Y lo peor: por conmiseración y lástima le dieron cabida en el extinto partido Fuerza por México de Pedro Haces, porque en la 4T, como se ve, no tiene cabida; ahora, según quiere unirse a otros perdedores y hacer, por enésima vez, el ridículo político en un grupo de senectos, de lo cual hablaremos en otra ocasión.

Y hete aquí el drama familiar: Atenea, quien decidió romper con el árbol genealógico azul para abrazar la bandera de Morena, ha trabajado día y noche para demostrar que su compromiso no es oportunista. Ha recorrido calles, ha escuchado habitantes de la isla —esos mismos a quienes antes despreció Ricalde cuando gobernaba con mano dura y uña larga— y, gracias al apoyo de la gobernadora Mara Lezama, ha logrado que proyectos fundamentales, como el C2, lleguen a buen puerto.

Pero ¿qué hace el tío Julián? Más que aconsejarla, la acorrala con sus comentarios huecos, como si con ello fuera a mejorar su propia reputación. El resultado: en lugar de enfocar sus críticas a los logros concretos de su sobrina —ella sí preocupada por dotar de eficiencia y seguridad al municipio— Julián Ricalde se regodea en el oportunismo de señalar etiquetas. Así de pobre canta el que cantó mal.

Lo cierto es que, con este pariente metomentodo, quien sale más dañado no es otro que el apellido Ricalde: una dinastía política que apostó a amistades turbias y que hoy, lejos de inspirar respeto, provoca vergüenza ajena.

Porque un hombre que no puede olvidar sus errores y defiende lo indefendible —lo que sea, hasta las concesiones a medias, las propiedades mal adquiridas y los yates prestados— no merece la palabra “líder” ni de broma, mucho menos la etiqueta de “gurú” para otro desesperado buscando posicionarse en el fracaso familiar.

Al final, la única verdad es que Julián Ricalde, ese aspirante tardío al reciclaje político, no puede gobernar ni legislar; su talento se limita a postear mensajes de resentimiento y a vomitar insidias que repudian quienes verdaderamente trabajan en el proyecto guinda. Su sobrina, Atenea, al menos, pone las manos a la obra y demuestra, con hechos, que las redes sociales no construyen C2 ni garantizan patrullaje efectivo. En contraste, Julián solo construye soberbia de tuitero fracasado y alimenta la memoria amarga de tiempos en que el nepotismo y la corrupción eran moneda de cambio: su fracasada administración como edil del desaparecido PRD en Benito Juárez o su paso como secretario de Desarrollo Social en el chespirato.

Por todo esto, quienes valoramos el verdadero sentido de la transformación —ese que no se rige por zumbidos digitales o nostalgias políticas— debemos señalar con claridad que el cuñado-historietista de antaño está más perdido que nunca: criticando desde el exilio de su propia irrelevancia, mientras la isla avanza, y sigue avanzando, con o sin chismes que Ricalde suelte en su red social de cabecera.

Y así, quien mira desde fuera ve con claridad lo que dentro de su pequeña esfera no quiere entender: Julián Ricalde no es otro que un actor secundario, a quien ya no le alcanzan ni los reflectores ni los retuits para recuperar el protagonismo que perdió cuando sus ideas dejaron de ser útiles; y todo esto, paradójicamente, por la imprudencia de seguir opinando en algo que ya no le incumbe y que, al final, solo sirve para empañar la chamba de quienes sí han demostrado estar a la altura.

Un año del tsunami guinda y los “opositontos” sin argumentos en renovación del Poder Judicial

Y bien… ya pasó un año. Un año desde aquella jornada electoral que sacudió las estructuras del viejo régimen y que consolidó lo que para muchos ya era inevitable: el arribo de la primera mujer presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y la consolidación de la Cuarta Transformación como el proyecto político más poderoso y legítimo de la historia reciente. Sí, porque no fue una elección cerrada ni sujeta a discusión: fue un tsunami guinda que arrasó con todo a su paso.

En lo local, Quintana Roo no fue la excepción. Hace 365 días, los once municipios hablaron con claridad, sin medias tintas, y pintaron de guinda el territorio completo. Lo mismo ocurrió con el Congreso local, las diputaciones federales y los senadores. Una auténtica demostración de que el marismo, ese movimiento humanista con corazón feminista que encabeza la primera gobernadora del estado, Mara Lezama, se ha convertido en la fuerza política más importante, sólida y cercana al pueblo.

Este domingo se vivió otro momento histórico: por primera vez en nuestro país, las y los ciudadanos votaron para la renovación del Poder Judicial Federal. Un hecho sin precedentes que marca el inicio del fin de la toga intocable, del elitismo judicial y de la justicia alejada del pueblo. ¿Y qué hicieron los de siempre? Lo de siempre: berrear, patalear y hasta decir misa. Los “opositontos”, como ya se les conoce en el argot popular, montaron su ya tradicional espectáculo de rabia e impotencia.

Y sí, es cierto, la participación no fue abrumadora, pero superó con creces los tristes y deslucidos números que ellos mismos cosecharon hace un año. ¡Qué ironía! Quienes se rasgan las vestiduras hablando de legitimidad y democracia, hoy no aceptan que millones avalen con su voto lo que antes decidían a puerta cerrada 500 diputados o 128 senadores. El pueblo ya no observa desde la barrera: el pueblo decide, elige, manda.

El berrinche de la oposición no tiene sustento. Les duele que el poder ya no pase por sus cúpulas, que los nombramientos ya no se hagan en lo oscurito, que hoy una ministra, un magistrado o un juez tenga que salir al sol y dar la cara ante las y los mexicanos. ¿Dónde está la antidemocracia que tanto claman? ¿En permitir que el pueblo elija? ¡Por favor!

La transformación avanza, y no con discursos huecos o simulaciones, sino con hechos, urnas y legitimidad popular. Mientras ellos lloran en redes sociales y organizan foros entre ellos mismos, Morena y sus aliados gobiernan, construyen y transforman. Y es que cuando se gobierna con el corazón por delante, cuando se apuesta por el bienestar y no por el privilegio, la gente lo sabe y lo respalda.

Hoy México y Quintana Roo son guinda, no por moda ni por ocurrencia, sino porque las causas del pueblo encontraron en este movimiento un vehículo real de justicia, equidad y esperanza. Se cumple un año de ese parteaguas nacional, y todo indica que aún hay tinta guinda para rato.

Que se preparen los de siempre, porque el pueblo ya despertó y no está dispuesto a dormirse otra vez.

Por cierto, en esta ola de simulación que caracteriza a ciertos personajes que se disfrazan de aliados de la transformación pero en realidad juegan del lado contrario, resalta el caso del todavía diputado local Hugo Alday Nieto, quien ostenta su curul bajo las siglas del PT, pero cuyos actos distan mucho de los principios de la Cuarta Transformación. Mientras cobra puntualmente como legislador “de izquierda”, hace negocios más cercanos al neoliberalismo rapaz que al humanismo mexicano. Llama poderosamente la atención que el jurista no se haya pronunciado a favor de la reforma judicial, ni mucho menos se le haya visto haciendo fila para votar como millones sí lo hicieron este domingo. Ni compromiso democrático, ni congruencia ideológica… en fin, la hipotenusa, como dirían en redes. Corazón rojo, discurso de izquierda… pero bolsillo bien acomodado a la derecha.

Y recuerden… esto es sólo para informad@s, si ustedes no estuvieran ahí leyendo yo no estaría aquí escribiendo, y si ser Malix el Huso Horario, el Whatsapp, el Facebook, X, la CFE, López, el Covid19, los troles y envidiosos nos lo permiten, nos leemos pronto, Dios mediante, pero que sea XLaLibre.

Mi correo: quirozjoaquin@yahoo.com.mx. Sígueme en X @joaquinquirozc y Facebook porlalibrecolumna #Xlalibre #yotambiensoymalix #soyquintanaroo

ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Publicidad -spot_img
- Publicidad -spot_img