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Decisión sin titubeos: Ana Paty fortalece la seguridad en Cancún

*La silla de Othón P. Blanco sigue cobrándose carreras y reputaciones. No distingue colores, trayectorias ni apellidos. Es un sitio que, más que proyectar liderazgos, los apaga

Por Joaquín Quiroz Cervantes

Si algo ha dejado en claro la presidenta municipal de Benito Juárez, Ana Paty Peralta, es que en el ejercicio del poder no hay espacio para las medias tintas.

En un municipio como Cancún, donde el vértigo del crecimiento urbano y los retos de la seguridad se entrecruzan con la esperanza de sus ciudadanos, se requiere temple, carácter y sobre todo, determinación. Y vaya que Ana Paty los tiene.

Esta semana, una vez más, la edil morenista demostró que no le tiembla la mano. Con la mira puesta en reforzar uno de los temas más sensibles para la ciudadanía —la seguridad— tomó una decisión de fondo, de esas que se hacen con el pulso firme y el oído bien puesto en la calle: el relevo del titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana para dar paso a un nuevo perfil, uno de resultados probados, sin mancha y con experiencia de sobra.

Llega Jaime Padilla Barrientos, quien no es improvisado ni adorno institucional. Es un hombre de formación sólida, de operación efectiva, de esos que no se la piensan dos veces para ejecutar acciones quirúrgicas contra el crimen.

Su trayectoria habla por sí sola: policía de investigación en la Fiscalía de Quintana Roo, director de grupos especiales en Puebla, jefe de grupo en Chiapas, agente federal de migración y ex policía militar. Un perfil curtido en la línea de fuego.

Su llegada no es una casualidad ni una apuesta a ciegas. Es una respuesta directa a las necesidades de una ciudad que exige resultados ya, y una muestra más de que la presidenta municipal de Cancún sabe moverse entre los tiempos políticos y la exigencia social.

No actúa por presiones mediáticas ni por impulsos superficiales: lo hace porque entiende que la seguridad no admite titubeos, y que cuando la gente se siente insegura, se rompe el pacto más elemental del gobierno.

Pero no solo es experiencia lo que respalda a Padilla Barrientos. Sus logros recientes en Quintana Roo son dignos de subrayarse: 29 cateos exitosos, 113 objetivos detenidos, entre ellos miembros de “Gota a Gota”, del Sindicato de Taxistas, y generadores de violencia en Cancún y Playa del Carmen. Desarticuló bandas como la del “Skini” en Playa Caracol, los “Gemelos” en Costa Mujeres, “Los Chilangos” y “Los Marcelinos”, entre otros. A eso, súmele detenciones en coordinación con autoridades nacionales, como la del “Chilango” en la CDMX y la de la temida “Güera” en Mérida.

Cada uno de estos golpes representa eficacia y valentía institucional, ese ingrediente que muchas veces escasea en las áreas de seguridad. Y si algo necesita Cancún en estos momentos, es precisamente eso: una estrategia contundente, respaldada por perfiles profesionales y con liderazgo político que no se esconde.

La presidenta Ana Paty Peralta, además, no camina sola ni al margen, sino que está en sintonía total con el proyecto de transformación profunda que encabeza la gobernadora Mara Lezama. Ambas mujeres, de carácter firme y convicciones claras, saben que la seguridad no se simula, se construye. Y en esa construcción, el nombramiento de Jaime Padilla es una pieza clave que habla del rumbo correcto.

Cancún lo necesita. Sus ciudadanos lo exigen. Y hoy más que nunca, se demuestra que en Benito Juárez hay gobierno, hay liderazgo y hay decisiones firmes.

En tiempos donde muchos administran la política como si fuera una oficina de relaciones públicas, Ana Paty Peralta gobierna con determinación, sin maquillaje y con visión de Estado.

Y como diríamos en este espacio: cuando se gobierna con el corazón, pero también con firmeza, no hay marcha atrás. Porque aquí, como en la vida, la seguridad se defiende con hechos, no con discursos. Y Cancún, al menos en esta etapa, puede dormir un poco más tranquilo

La maldición de la silla capitalina

En el ajedrez político de Quintana Roo, hay piezas que parecen moverse con fuerza, otras que se sacrifican temprano, y algunas —como la presidencia municipal de Othón P. Blanco— que resultan ser auténticas trampas mortales para cualquier carrera política.

La historia reciente del municipio capitalino lo confirma: sentarse en esa silla no es sinónimo de poder ni de proyección, sino más bien el prólogo de un lento y sistemático declive, cuando no de una salida abrupta, ignominiosa o trágica.

Y no es exageración. Basta con revisar los últimos 20 años para entender por qué la silla del palacio municipal de la avenida Álvaro Obregón, parece más una antesala del olvido que un peldaño hacia el ascenso.

Desde 2005, ningún presidente municipal ha logrado convertir esa encomienda en un trampolín político. Por el contrario, esa posición ha sido sinónimo de derrotas electorales, ostracismo, conflictos legales, enfermedades e incluso la muerte.

Cora Amalia Castilla Madrid (2005–2008) fue una figura prominente del PRI que, tras su gestión, se volvió una sombra de lo que alguna vez prometió ser. Intentó —sin éxito— llegar al Congreso federal en 2018 y nuevamente en 2024. En ambas ocasiones, el electorado le dio la espalda. Desde su confrontación con Roberto Borge, su carrera cayó en picada, y hoy apenas sobrevive al frente de un PRI en vías de extinción.

Andrés Ruiz Morcillo (2008–2011), también del PRI, es recordado por heredar deudas y poco más. Su carrera, tras abandonar la alcaldía, fue un desfile de intentos fallidos: quiso ser diputado federal como independiente y luego repetir en la presidencia municipal por esa misma vía. Ni una ni otra. Terminó sumido en el autoengaño político, colgado de campañas perdedoras junto a personajes tan insípidos como José Luis Pech o Lidia Rojas, expertos en sumar derrotas.

Carlos Mario Villanueva Tenorio (2011–2013) —hijo del exgobernador Mario Villanueva Madrid— es un claro ejemplo de cómo el apellido no basta. Dos curules plurinominales, un paso sin pena ni gloria por partidos ya extintos y una candidatura fallida a la diputación federal sellaron su carrera. Su fugaz rol como dirigente municipal del PVEM fue solo un eco lejano de lo que pudo ser y no fue.

Eduardo Espinosa Abuxapqui (2013–2016) vivió dos etapas como edil: una exitosa (2002–2005) y otra con todo en contra en su segunda gestión, su caída fue estrepitosa: conflictos con el protagonizado por Carlos Joaquín lo llevaron al exilio político y al enfrentamiento judicial.

El capitalino que alguna vez tuvo respaldo popular, terminó huido, acusado y fuera de los reflectores, por las venganzas tejidas por el “Chespirato”

Luis Alfonso Torres Llanes (2016–2018) marcó un parteaguas al llegar por la coalición PAN-PRD, pero fue más de lo mismo. Una administración gris, sin rumbo, sin legado.

Dejó el cargo para buscar una diputación federal que le fue negada por las urnas. Luego, como secretario de Agricultura con Carlos Joaquín, tampoco logró trascender. Hoy, sin partido ni aliados, es una figura del pasado.

Hernán Pastrana (2018–2019) fue un veterano de la política, sumado a Morena pero la edad y la salud lo vencieron. Renunció antes de concluir el periodo y falleció poco después. Otoniel Segovia Martínez (2019–2021) tomó el relevo, pero su falta de oficio político, las pugnas internas y su incapacidad para gobernar lo hundieron. Salió por la puerta trasera, sin pena ni gloria, ignorado incluso por su propio partido.

Yensunni Martínez Hernández (2021–2024 y reelecta 2024–2027) podría ser la excepción a esta maldición. Es la primera mujer electa dos veces consecutivas en el cargo bajo las siglas de Morena.

Ha apostado por la austeridad, la atención directa a la ciudadanía y el combate a la corrupción. Su reelección podría ser señal de aprobación popular, pero el veredicto final aún está por escribirse. ¿Logrará romper el hechizo que ha condenado a todos sus antecesores?

Mientras tanto, la silla de Othón P. Blanco sigue cobrándose carreras y reputaciones. No distingue colores, trayectorias ni apellidos. Es un sitio que, más que proyectar liderazgos, los apaga. Una silla que, si hablara, pediría a gritos una limpia o, en su defecto, que la dejen vacía.

En política, la historia enseña… pero en Othón P. Blanco, parece que nadie quiere —ni puede— aprenderla, y aún así hay ya tiradores y tiradoras con la mano levantada por ser parte de esta maldición o de esta competencia en el 2027 por la alcaldía capitalina la cual abordaremos en entregas posteriores.

Y recuerden… esto es sólo para informad@s, si ustedes no estuvieran ahí leyendo yo no estaría aquí escribiendo, y si ser Malix el Huso Horario, el Whatsapp, el Facebook, X, la CFE, los troles y envidiosos nos lo permiten, nos leemos pronto, Dios mediante, pero que sea XLaLibre.

Mi correo: quirozjoaquin@yahoo.com.mx. Sígueme en X @joaquinquirozc y Facebook porlalibrecolumna #Xlalibre #yotambiensoymalix #soyquintanaroo

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