Por Joaquín Quiroz
En política —como en el mar— se distingue rápido quién navega con brújula y quién sólo flota con el viento. Y cuando aparece un personaje con talento, que además se disciplina, se forma, escucha, aprende y no se cansa de sumar experiencia, los resultados terminan hablando por él.
En Quintana Roo, uno de esos casos que hoy se vuelven imposibles de ignorar es el del senador Eugenio Segura, “Gino”, quien ha venido construyendo una ruta ascendente con pasos firmes, particularmente en el terreno turístico, y siempre con un factor clave como constante: el acompañamiento y el respaldo político de la gobernadora Mara Lezama.
Porque en este oficio nadie crece solo. La política es un deporte de equipo, de timing, de método y de respaldo. Y si hay una lectura obligada para entender el avance de Gino, es que su carrera no se explica sin esa confianza que Mara Lezama le otorgó en su momento y que, hasta hoy, lo ha arropado como parte de un proyecto mayor: el del llamado “marismo”, que hoy marca la agenda, los ritmos y la estructura de poder en Quintana Roo.
A Gino, hay que decirlo, primero se le ubicó por su perfil técnico: un cuadro joven, con cabeza fría y habilidad para los números. En un estado que venía arrastrando críticas por el desorden financiero heredado, su paso por el área hacendaria fue leído como un intento serio de meter control, disciplina y rumbo.
En el lenguaje llano: poner orden donde había ruido, apretar tuercas donde había fuga, y sostener la casa mientras se reorganizaban prioridades. Y ahí, de nuevo, aparece Mara Lezama: hombro a hombro, la mandataria le dio espacio, respaldo y responsabilidad, y esa combinación —confianza política con ejecución técnica— suele ser la fórmula que separa a un funcionario más, de un perfil con proyección.
Luego vino el salto natural, el que define si el tecnócrata tiene madera política: la calle. Y en la campaña al Senado ocurrió algo que muchos no esperaban con esa contundencia: Gino hizo “match” con el electorado. Conectó. Se dejó ver.
Caminó. Saludó. Escuchó. Se volvió reconocible. Y en un estado donde la gente castiga rápido la soberbia y la ausencia, ese factor pesa. Fue una grata sorpresa en territorio: un joven con discurso ordenado, vocación de servicio y capacidad para dialogar sin perder piso.
De nuevo, el punto fino: no es casualidad que esa candidatura se haya cocinado bajo el ojo y la estrategia de Mara Lezama, su principal promotora y jefa política, quien —con olfato probado— vio potencial, lo impulsó y lo respaldó hasta convertirlo en una fórmula ganadora con votación histórica.
Ya en la Cámara Alta, el siguiente reto era mayor: no ser “senador de fotografía”, no caer en la comodidad del cargo, no convertirse en uno más del montón. Y, con hechos, Gino ha buscado diferenciarse.
Ha trabajado su presencia interna, su posicionamiento, su narrativa y, sobre todo, la construcción de una agenda visible. Su participación en los temas turísticos —incluyendo roles de liderazgo dentro de la Comisión de Turismo— lo colocó en una curva de aprendizaje acelerada, con resultados que, para el poco tiempo, han sido notorios: articulación con el sector, interlocución con actores clave, presencia en foros, y un entendimiento cada vez más fino de que Quintana Roo no puede defender su principal industria con discursos huecos, sino con gestión, relaciones y peso político.
Y es aquí donde el tablero se vuelve interesante. Porque el turismo no es una comisión cualquiera: es el corazón económico de Quintana Roo, es la gran conversación con el país y con el mundo, es empleo, inversión, promoción, conectividad, infraestructura, seguridad, reputación.
Quien entiende turismo, entiende el músculo del estado. Quien lo opera bien, acumula capital político. Y Gino, con el respaldo del marismo, ha sabido capitalizar esa plataforma para tejer relaciones nacionales e internacionales, y para colocarse cerca de figuras de primer nivel dentro del movimiento, en un momento en el que la cercanía, la confianza y la utilidad política valen más que los aplausos.
En paralelo, su nombre aparece cada vez con más frecuencia en conversaciones de alta política. No porque “le toque” por edad o por moda, sino porque ha construido presencia donde cuenta: en el Senado, en la agenda turística, en el diálogo con sectores productivos, y en el acompañamiento permanente de Mara Lezama, que no suelta a los perfiles que considera estratégicos.
Y sí: también se le ha visto coincidir y relacionarse con liderazgos nacionales de primer plano, en un Morena que hoy se organiza alrededor de nuevas lealtades, nuevas prioridades y, guste o no, nuevos relevos.
Por eso, cuando se habla del 2027 y del “relevo a la grande” en Quintana Roo, el nombre de Gino Segura ya no suena como ocurrencia: suena como posibilidad real dentro del esquema dominante.
Falta camino, faltan pruebas, falta territorio y falta que la política haga lo que siempre hace: mover el piso. Pero en el balance de hoy, mientras otros perfiles se diluyen, él se consolida. Mientras algunos se esconden, él aparece. Mientras varios pasan sin pena ni gloria, él construye agenda y presencia.
Gino Segura es un proyecto que avanza porque combina tres elementos que rara vez se alinean al mismo tiempo: capacidad técnica, aprendizaje político acelerado y respaldo de una jefa política con poder real, Mara Lezama.
Y cuando esas tres cosas se juntan, el crecimiento deja de ser promesa y empieza a parecer destino. En política, ya se sabe: no basta con llegar. Hay que saber para qué se llega. Y, por lo visto, este senador no está en la Cámara Alta para ser parte del paisaje. Está ahí para jugar en serio.
CANCÚN: PRESUPUESTO PARA EL PUEBLO FIN DEL NEOLIBERALISMO MUNICIPAL
En Cancún se está escribiendo una línea que algunos no quieren leer: cuando el dinero público deja de ser botín, se acaban los privilegios y comienza el ruido. La inconformidad de ciertos regidores —ese fuego amigo que aparece cuando se cierran las llaves— no es ideológica; es nostalgia por el viejo manual neoliberal del “voto a cambio de trato”, del acuerdo en lo oscuro y del “apóyame y te apoyo” con cargo al erario.
Por eso la aprobación por mayoría del Presupuesto de Egresos 2026 no es un trámite: es un golpe a la práctica de repartir dinero para destrabar decisiones. El mensaje es directo: se acabó la política del moche. Los recursos se destinan al bienestar de las y los cancunenses, y punto.
Hablamos de un presupuesto de 8 mil 253 millones de pesos, alineado a la Ley de Ingresos y al Plan de Desarrollo Municipal, con un incremento de 8% sin subir impuestos. En números que sí se sienten: 15% para seguridad pública; 17% para inversión pública —equipamiento, patrullas, obra—; y 2% para cultura y deporte, incluyendo rehabilitación de espacios. No son porcentajes decorativos: son prioridades.
La presidenta municipal Ana Paty Peralta ha tejido acuerdos con operación fina para que el presupuesto sea cercano a la gente y no a las oficinas. Y ese rumbo se consolida con el respaldo de la presidenta Claudia Sheinbaum y el compromiso de la gobernadora Mara Lezama, cerrando filas por Cancún.
Además, se mantienen programas sociales como “Pasos para la Transformación”, el trabajo del DIF Benito Juárez, el convenio para fortalecer el Centro de Autismo DIF-Teletón y la reingeniería del instituto de regularización y vivienda para dar certeza jurídica a colonias olvidadas.
Es algo muy sencillo, cuando el presupuesto se vuelve herramienta de justicia, el neoliberalismo local tiembla. Y quienes vivían del privilegio, gritan.




