Por Joaquín Quiroz
Tulum, ese noveno municipio que nació como una promesa luminosa en el firmamento de Quintana Roo, ha vivido más como tragedia shakesperiana que como la joya caribeña que el mundo presume en postales.
Un sitio joven, casi con edad para votar, pero con una historia cargada de despojos, rapacidades y desatinos cometidos por quienes confundieron gobierno con botín.
Porque Tulum es una constelación demasiado pequeña para tanta “estrella”, y en la política —como en el cielo nocturno— no todas brillan: muchas solo queman lo que tocan.
Durante años, aves de rapiña sobrevolaron el territorio tulumnense. Desde los tiempos en que dependía de Solidaridad y fue saqueado por el entonces edil de ese municipio, Carlos Joaquín, quien jamás quiso que Tulum se emancipara… hasta los días en que Víctor Mas, Edith Mendoza y otros integrantes del famoso chespirato político se sirvieron con cucharón industrial.
Ni qué decir de personajes como Jorge Portilla Manica, eterno aspirante del clan de los chespis, que solo ve en Tulum un cajero automático con playa.
Luego vino la camada que descubrió que gobernar “de paso” también deja dividendos: David Balam que salió mucho más rico de lo que entró; David Ortiz Mena, un hotelero que jugó a líder gremial mientras cuidaba más sus intereses que los del pueblo; o el regidor espurio Eugenio Barbachano, cuyo legado es una fila interminable de pendientes, enredos y daños.
A ese desorden se sumaron campañas de desprestigio, voracidades desde algunos mandos militares, intereses mezquinos de figuras como Ricardo Monreal y Pedro Haces, y advenedizos como Enrique “Kikín” Vázquez, quienes vieron en Tulum tierra fértil para el negocio turbio disfrazado de política. Así se intentó mantener a Tulum en la tempestad.
Pero incluso las tormentas más violentas se topan con liderazgos que saben poner orden.
Hoy, la calma empieza a regresar al Noveno Municipio gracias a la operación rescate encabezada por la jefa política de Quintana Roo: la gobernadora Mara Lezama, una mandataria que entiende que gobernar es estar en el territorio, tocar la problemática con las manos y enfrentar a los vivales con decisiones, no discursos.
La llegada de Josefina Rodríguez secretaria de Turismo desde el Gobierno de México, la coordinación estrecha con el alcalde Diego Castañón —uno que sí asumió la responsabilidad del encargo— y el liderazgo firme de Mara, abrieron un nuevo ciclo.
Hoy se respiran señales de orden, dirección y propósito.
Y ejemplo claro es lo logrado: acceso libre y gratuito a las playas de Tulum, una demanda histórica, un acto de justicia social y una sentencia política: las playas son un derecho, no un privilegio. Con Mara Lezama tomando la batuta del tema, el mensaje fue contundente: jamás más el secuestro de lo público por intereses privados.
Tulum vuelve a alinearse con el bienestar.
Y si algo queda claro es que solo con liderazgo, presencia y decisión —las tres marcas de la casa Mara Lezama— el Noveno Municipio podrá volver a brillar con el fulgor que el mundo le reconoce.
Se viene temporada vacacional. Y, por primera vez en mucho tiempo, todo apunta a que Tulum se mostrará en armonía, orden y dignidad.
Así se gobierna. Así se rescata un municipio. Así se escribe un nuevo capítulo.
Curva peligrosa..
La llegada del gas natural a Quintana Roo está cada vez más cerca, y en Cancún, Puerto Morelos y Playa del Carmen ya se respira el ánimo de un cambio largamente esperado. Este proyecto, que durante años fue tema de gestiones y promesas, por fin comienza a tomar forma y se perfila para convertirse en uno de los avances más relevantes en materia energética para la región.
El sector empresarial lo celebra sin reservas. Para hoteles, restaurantes, comercios, industrias y nuevos desarrollos, el gas natural significa ahorro, estabilidad y la posibilidad de modernizar procesos que hoy dependen de combustibles más caros y menos eficientes. No es exagerado decir que su llegada coloca a Quintana Roo en otra liga en términos de competitividad.
Además, representa un paso necesario hacia un modelo más sustentable y acorde con las exigencias globales. En un estado que mueve a millones de visitantes al año y que mantiene un crecimiento constante, contar con una fuente energética segura y más limpia no solo es deseable: era urgente.
Si algo es claro, es que la llegada del gas natural no es solo una obra más. Es una decisión que fortalece al sector productivo, impulsa la inversión y prepara al Caribe mexicano para un futuro con más desarrollo y mejores oportunidades. Aquí, donde todo cuesta más por la distancia y la insularidad energética, este avance se siente como un respiro… y como el inicio de una nueva etapa.




