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Jorge Sanén: la excepción que confirma la regla

Por Joaquín Quiroz

Tristemente, la historia reciente del Congreso de Quintana Roo nos había mostrado que los liderazgos emanados de MORENA terminaban siendo fiascos que dejaban un mal sabor de boca. Ahí están los botones de muestra: Humberto Aldana, más ocupado en sus pugnas personales que en construir acuerdos; o Reyna Durán, símbolo de la improvisación y la falta de oficio político.

Pero, como en toda regla hay una excepción, llegó Jorge Sanén Cervantes y el panorama cambió de inmediato. El hoy coordinador del Grupo Parlamentario de MORENA no necesitó de discursos altisonantes ni de poses vacías para demostrar capacidad. Su paso por la presidencia de la JUGOCOPO en el primer año de la XVIII Legislatura dejó claro que cuando el trabajo habla, sobran las etiquetas.

Sanén Cervantes entendió desde el día uno que su tarea no era figurar en la foto ni acumular reflectores, sino dar resultados. Y los números lo avalan: 39 iniciativas presentadas, 25 aprobadas, una agenda enfocada en justicia social, derechos humanos, equidad de género, medio ambiente y acceso a la tecnología.

Lejos del abandono legislativo que caracterizó a sus antecesores de MORENA, Sanén puso orden en la casa. Escuchó al personal del Congreso, atendió demandas laborales históricas y fortaleció la moral interna de la institución. Un detalle que parece menor, pero que en realidad refleja visión y empatía: cuidar a quienes sostienen el andamiaje legislativo.

Su estilo político es espejo del liderazgo de Mara Lezama: cercano, incluyente y profundamente humano. Los fines de semana lo encuentran recorriendo comunidades, encabezando asambleas informativas, consolidando a MORENA como la principal fuerza política en el estado. No es un diputado de escritorio ni de aire acondicionado, sino de territorio, que conecta con la gente y rinde cuentas cara a cara.

Por eso su primer informe, realizado en Cancún, no fue un acto de lucimiento personal, sino una muestra de congruencia: hablarle a la gente, en el domo de la Jacinto Canek, de lo hecho y de lo que viene.

El reconocimiento no se ha quedado en el ámbito local. El portal congresistas.org lo colocó como el presidente de JUGOCOPO mejor evaluado de México, con un 56.9% de aprobación. Un dato que, más allá de la estadística, refleja algo fundamental: en Quintana Roo se está demostrando que se puede legislar con eficacia y sensibilidad social al mismo tiempo.

Mientras otros diputados se pierden entre grillas internas, aspiraciones desmedidas o simplemente en la comodidad de la mediocridad, Jorge Sanén ha mostrado que se puede ser diferente. Su liderazgo, basado en la cercanía con la gente y el compromiso con la transformación, lo coloca hoy como uno de los activos más importantes de la política quintanarroense.

Sanén representa ese rostro fresco y confiable de la Cuarta Transformación en el estado. Un político que no necesita inventarse títulos ni disfrazarse de lo que no es, porque su gestión habla por él.

En tiempos de oportunistas y mercaderes de la política, vale la pena subrayar la diferencia: Jorge Sanén Cervantes encarna la política con causa, con resultados, con visión y, sobre todo, con humanismo. Y en este marismo que llegó para quedarse, Sanén es, sin duda, una de sus expresiones más sólidas.

El bachiller espurio de Tulum: Barbachano, regidor Montessori

Y bueno, sigue la mata dando. Heraldos de Xlalibre nos refieren que el bachiller Eugenio Barbachano Losa, quien cobra como regidor en Tulum, se pasea con ínfulas de sabio, estratega y hasta gurú empresarial. El problema es que su credencial académica apenas llega al nivel de bachiller, y su experiencia política equivale a sacarse la lotería sin haber comprado el boleto.

Nadie en Tulum lo eligió. No estuvo en la boleta electoral, no caminó calles, no sudó campaña. Simplemente apareció por obra y gracia de su amigo Jorge Portilla, y ahí está, de regidor, gracias a vericuetos de la democracia y no al voto ciudadano. Por eso el mote que carga como sombra es el de espurio, porque la silla que ocupa nunca le fue entregada por la gente.

No estuvo en la planilla, ni de titular ni de suplente, es decir ningún tulumnense votó por él.

Barbachano, además de usurpador, juega al doble agente: se codea con Portilla, se arropa en la amistad del regidor naranja y hasta presume cercanía con David Ortíz Mena, otro que piensa que los problemas del turismo se resuelven desde un escritorio con aire acondicionado. Así, el bachiller espurio se convierte en un verdadero caballo de Troya dentro del cabildo, operando más para su camarilla que para el pueblo.

Dicen las malas lenguas que al buen Eugenio le da valor desde temprano algún energético o alguna aguita que ataranta, porque otra explicación no hay para esa mezcla de prepotencia y ocurrencias con las que amedrenta a regidores y ciudadanos, desde muy temprana hora,

No olvidemos aquel escándalo de machetes y amenazas contra una exregidora no hace tanto tiempo: muy fino su estilo de “debate democrático”.

En política hay quienes entienden que la crítica viene en el paquete del cargo, y quienes creen que un apellido basta para blindarse de todo. Eugenio Barbachano pertenece al segundo grupo. Su piel es tan delgada que se rompe con el más leve roce de la opinión pública, pero su ignorancia es tan abultada que no cabe en la regiduría.

Lo que no entiende es que en la vida pública aguantar vara es parte del contrato, y si no puede, más le valdría volver a su rol de opinador de sobremesa. Porque hoy, como regidor, exhibe su nula formación, su currículum hueco y su absoluta incapacidad para entender que la política no es terapia de ego.

A Barbachano ya le dicen el regidor Montessori: llega, arma su desmadre, deja el tiradero y espera que otros —sus “maestros”— recojan la basura política que dejó. Esa es su aportación al cabildo de Tulum: improvisación, ocurrencias y papelazos, además de la traición.

La ciudadanía de Tulum merece más que un regidor de consigna, un usurpador de boleta y un ignorante con ínfulas de gurú turístico. Pero hoy, gracias al fast track democrático, el bachiller espurio presume cargo, cobra sueldo y reparte poses, creyéndose estadista cuando apenas alcanza a ser caricatura.

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