*¿Dónde estaba Ortiz Mena cuando Tulum cerró junio con niveles de ocupación de pena ajena? ¿Cuándo la zona arqueológica apestaba a orina y basura?
Por Joaquín Quiroz Cervantes
En la selva política donde el olvido es deporte nacional y las lealtades se alquilan por quincena, hay una figura que ha roto todos los moldes: Mara Lezama Espinosa.
En apenas siete años, pasó de ser la voz solidaria y de lucha social en los micrófonos de la radio, a la voz que firma las decisiones desde el Palacio de Gobierno.
Y no llegó por apellido ni por pacto cupular, sino con trabajo a ras de piso, activismo genuino, resultados visibles y una convicción que pocos han sabido sostener.
Su origen como periodista y luchadora social fue el cimiento de una carrera política sin simulaciones.
Invitada directamente por el entonces candidato a presidente de México Andrés Manuel López Obrador, fue la primera gran apuesta de Morena en Quintana Roo, y no falló.
Lo que parecía una figura mediática más, resultó ser una operadora política de precisión.
Fue la primera mujer de un partido de izquierda en gobernar Benito Juárez (Cancún), la única en lograr la reelección en ese municipio y la más votada en la historia del estado cuando ganó la gubernatura.
A los que aún preguntan si tiene liderazgo, los datos los atropellan: once municipios en control de Morena, las dos senadurías, las cuatro diputaciones federales, el Congreso local, todo bajo el manto guinda que se consolidó con el llamado marismo, una corriente política propia, forjada no en reuniones de café sino en territorio, en gestión, en resultados y en lealtad firme.
Su lealtad política no es de ocasión. Desde antes de 2022 se la jugó con Claudia Sheinbaum cuando muchos todavía barajaban opciones.
Hoy esa apuesta se traduce en cercanía con la presidenta, en confianza plena y en derecho de picaporte a nivel nacional. Rafael Barajas “El Fisgón”, caricaturista emblemático y presidente del Instituto Nacional de Formación Política de Morena, no escatimó elogios: “Mara Lezama es la mejor gobernadora del país”, dijo recientemente en Cancún, reconociendo en ella las virtudes que también vio López Obrador cuando la sumó al movimiento.
Y no es para menos: gobernabilidad sólida, gestión eficiente, presencia permanente, programas sociales robustos, y una narrativa de prosperidad compartida que se traduce en hechos.
En lugar de usar Morena como trampolín, Mara convirtió al partido en vehículo de transformación verdadera.
Mientras otros “fundadores” del morenismo local hoy deambulan como satélites sin órbita, brincando entre partidos por hambre de reflectores, ella ha permanecido firme, consecuente y comprometida.
Algunos de sus excompañeros ya son desempleados políticos, aves de paso o simplemente olvidados. Mara, en cambio, ha trascendido.
Ha sido reconocida a nivel nacional en encuestas que la ubican como la gobernadora mejor calificada del país, con índices que superan el 54% de aprobación, y su liderazgo partidista ha hecho de Quintana Roo uno de los bastiones más sólidos de Morena.
Donde otros fallaron en consolidar estructuras, ella las cimentó. Donde otros improvisaron, ella planeó.
Donde otros se sumaron por inercia, ella construyó una causa. La revolución de las conciencias se vive a diario en el estado: obras de impacto, programas sociales tangibles, atención ciudadana directa, y un gabinete paritario que también es reflejo de su convicción de inclusión.
Hoy Quintana Roo no se entiende sin Morena, pero sobre todo no se explica sin Mara Lezama.
Su liderazgo ha sido clave en la transición del morenismo primitivo al marismo organizado.
Esa es la diferencia entre figurar y gobernar, entre oportunismo y visión, entre haber estado y haber transformado. Por eso no es exageración decir que Mara Lezama inventó la política contemporánea del estado. Porque lo ha hecho con cercanía, con firmeza, con resultados, y sobre todo, con un profundo amor por la gente. En tiempos de simulación, su autenticidad no solo destaca: arrasa.
David Ortiz Mena: el bufón del turismo que juega a ser estadista
Mientras las playas de Tulum apestan a sargazo y abandono por parte de los hoteleros, y los turistas huyen decepcionados del caos disfrazado de destino, David Ortiz Mena —el eterno improvisado, autoproclamado “líder hotelero”— se atreve a salir a pontificar sobre visas electrónicas como si de verdad entendiera algo más allá de las comisiones de reservaciones y la pose ante los medios. Un personaje menor en la escena turística nacional que insiste en disfrazar su mediocridad con discursos rimbombantes.
¿Qué hace Ortiz Mena? Nada. No coordina, no lidera, no construye. Pero eso sí: habla. Exhorta. “Sugiere”. “Reconoce esfuerzos”. Y todo desde su púlpito de cartón, opinando sobre migración, conectividad, aduanas, capacitación, mundial de fútbol… ¿Y el sargazo, David? ¿Y la crisis hotelera de Tulum? ¿Y la decadencia de tu propia casa? Silencio absoluto. Porque ahí no hay reflectores, y sin cámaras, él no existe.
Resulta ofensivo que un personaje que no ha resuelto ni el desastre en su patio trasero venga a querer marcarle la agenda a las autoridades federales. Su llamado a reactivar visas electrónicas para brasileños suena a lo que es: un intento patético de subirse al tren del protagonismo nacional mientras su gestión local naufraga.
¿Dónde estaba Ortiz Mena cuando Tulum cerró junio con niveles de ocupación de pena ajena? ¿Cuándo la zona arqueológica apestaba a orina y basura? ¿Dónde estaba cuando los hoteleros reales pedían coordinación frente a la crisis del sargazo? Estaba escondido. Callado. O tomándose la foto con algún funcionario para simular que “gestiona”.
Ahora pretende dar lecciones de diversificación de mercados turísticos, cuando ni siquiera ha podido sostener la fidelidad del visitante que ya conocía Tulum. ¿Con qué cara habla de “percepción de hospitalidad” si su gremio es señalado por abusos, fraudes en tarifas, ecocidios y violaciones sistemáticas al orden urbano y ambiental?
Y lo más cínico: agradece a la gobernadora Mara Lezama como si fuera parte del equipo. No, señor Ortiz. Usted no representa al turismo con justicia social que se construye en Quintana Roo. Usted representa al viejo turismo rapaz, extractivo, elitista, que ve al viajero como una billetera con patas. Usted es el pasado que estorba al presente.
¿Y qué sigue? ¿Proponer un manual de etiqueta para aduanas? Lo suyo es ridículo. Un catálogo de desvaríos que nada tiene que ver con soluciones reales.
Basta ya de farsantes jugando a ser estrategas. Tulum necesita liderazgo serio, no vedettes del micrófono. Que alguien le recuerde a David Ortiz Mena que no se gobierna desde los comunicados, y que el turismo no se salva con ocurrencias.
La industria turística no necesita un portavoz de pasarela, necesita actores con resultados, con acciones concretas, no con aplausos autopagados.
Y si no puede con el paquete, que se quite. Porque el Caribe Mexicano no puede darse el lujo de seguir cargando a este figurín que ni lidera, ni propone, ni suma. Solo estorba.
Curva peligrosa…
La llegada del gas natural a Cancún, Playa del Carmen y Puerto Morelos marca un avance trascendental en la ruta hacia una región más ecológica y sustentable. Gracias a la empresa Mi Gas Natural, que ha apostado por la innovación energética, hoy esta alternativa comienza a ser una realidad en el Caribe Mexicano.
Sin descalificar al gas LP, que ha sido durante años una fuente confiable para miles de familias y negocios, el gas natural ofrece beneficios adicionales: menor emisión de contaminantes, mayor eficiencia y una reducción importante en la huella ambiental. Este paso no solo representa progreso tecnológico, sino también un compromiso con el entorno que da vida y sentido a esta región única del país.
Y recuerden… esto es sólo para informad@s, si ustedes no estuvieran ahí leyendo yo no estaría aquí escribiendo, y si ser Malix el Huso Horario, el Whatsapp, el Facebook, X, la CFE, los troles y envidiosos nos lo permiten, nos leemos pronto, Dios mediante, pero que sea XLaLibre.
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